7 de febrero de 2009

Pepe, la gaviota está herida


Con sus graznidos, que no son más que gritos, ante cualquiera que la incomode o se aproxime a sus posesiones; esté ave, aún llena de belleza no deja de ser antipática.
Espía todo lo que la rodea, sea suyo o de otros a la vez que se apropia de todo cuanto las demás pescan, cazan o plantean.
Estilizada, grande, de rubias patas, llena todo de excrementos; ensucia cuanto toca y poco a poco nadie la va queriendo.
No solo aquí en Cádiz, en Galicia, es a la vez corrupta, ocultando para sí los beneficios de no se sabe que manera conseguidos. Que no lo vea nadie en la hacienda, solo para ella.
En el levante, más de lo mismo, aunque lo mismo le da; hasta que no las cacen en sus fechorías contra la población y alguien decrete su caza y captura, para ponerlas en un lugar donde no afecten a la limpieza del paisaje. Un muchacho francés posiblemente lo haga.
En el centro de este país, es difícil verlas, con la misma fisonomía que aquí, - pero están - pues se asemejan más a águilas imperiales, de esas que figuraban en signos fascistas, donde todo lo otean, y oyen. Control, control.
Mal lo lleva, pero no sabe comportarse de otra forma, es solo eso, un ave y no Fénix, precisamente, carroñera y gritona; es la de estos tiempos, malos tiempos, para la gaviota.

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